
El Kéfir ha ganado popularidad en los desayunos de la población adulta debido a sus potenciales beneficios para la salud. Se trata de un producto lácteo, sin azúcar añadido y con potenciales beneficios para la salud intestinal así que se presta a ser una opción que muchas familias comprarían a sus hijos, pero, ¿su consumo es recomendable entre la población infantil?
De momento, el ritmo en el que las marcas de lácteos están colocando nuevas opciones de kéfir en las estanterías no se corresponde con la poca información que nos llega sobre este producto: hay muchas opciones de kéfir pero poca información. En cambio, en cuanto te propones encontrar evidencia acerca de este producto, es fácil llegar a la conclusión de que, a diferencia de otros productos lácteos fermentados como el yogur, la seguridad del kéfir en niños no está completamente establecida (1–8).
¿Qué es el kéfir y cómo se elabora?
El kéfir es el resultado de la fermentación de la leche, de agua o también de infusiones con gránulos de kéfir. Estos gránulos son una mezcla de microorganismos que conviven en simbiosis, incluyendo bacterias lácticas, bacterias acéticas y levaduras.
La fermentación produce ácido láctico, dióxido de carbono y, debido a la presencia de levaduras, puede contener entre un 0,5% y un 3% de alcohol por volumen, aunque esto puede variar dependiendo de factores como el tiempo de fermentación, condiciones y la naturaleza de los ingredientes utilizados (1,2).

¿Por qué no se recomienda el consumo de kéfir en la población infantil?
El kéfir puede ser beneficioso para los adultos sanos, pero en los niños su seguridad no está tan clara. Según la evidencia científica, los niños son más susceptibles que los adultos a los efectos adversos de los productos lácteos fermentados (2,4–6,8,9). Las principales razones incluyen:
- Identidad microbiológica indefinida: la composición de la comunidad microbiana de los gránulos de kéfir varía según el origen de los gránulos y el método de elaboración (1,5). Esta variabilidad hace que no se pueda asegurar con certeza qué microorganismos están presentes en un kéfir específico, dificultando la determinación de su seguridad e inocuidad en población infantil, especialmente en niños menores de 2 años con sistemas digestivos en desarrollo (2,4,8).
- Presencia de alcohol: las levaduras de los gránulos de kéfir metabolizan los azúcares presentes en la leche, agua o infusión, generando alcohol etílico y dióxido de carbono como subproductos de la fermentación. El contenido de alcohol etílico estimado es entre 0.5% y 3%. La cantidad de alcohol varía según el origen de los gránulos, el tipo de sustrato y el tiempo de fermentación (1).
Autoridades sanitarias, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Asociación Española de Pediatría, desaconsejan la exposición temprana al alcohol, incluso en mínimas dosis, tanto en la población infantil como en adolescentes. Esta recomendación es aún más crucial durante el embarazo, la lactancia y la primera infancia, ya que la exposición al alcohol en estas etapas puede afectar negativamente el desarrollo (2,4,10,11).
- Evidencia científica limitada: para que un alimento sea considerado «probiótico», debe haber estudios clínicos controlados que demuestren sus beneficios para la salud en humanos (4). Aunque las investigaciones sobre los beneficios del kéfir en adultos avanzan, los estudios sobre su uso en niños siguen siendo limitados (11).
Sí que se han realizado estudios con otros probióticos, que demuestran su eficacia en el tratamiento de enfermedades gastrointestinales, metabolismo de la glucosa, enfermedades extraintestinales e infecciones respiratorias (8,9). Sin embargo, es importante destacar que la evidencia de beneficio es específica de la cepa y especie por lo que sería necesario seguir investigando en este campo.
a diferencia del kéfir, el yogur no contiene alcohol, lo que lo convierte en una opción más adecuada para la población infantil
Alternativas al kéfir para la población infantil
En el caso de los bebés, la leche materna es el alimento ideal, ya que contiene nutrientes, anticuerpos y una gran variedad de microorganismos beneficiosos. Estos microorganismos colonizan el intestino y contribuyen al desarrollo de un sistema inmunitario saludable (12).
A partir del año, se pueden empezar a ofrecer lácteos y/o derivados sin azúcar, y se pueden considerar alternativas seguras y nutritivas, como el yogur con probióticos. El yogur es un alimento fermentado con una identidad microbiológica definida, ya que se elabora con cultivos específicos de bacterias beneficiosas lo que lo hace seguro para el consumo.
A algunos yogures se les añaden probióticos, que son cepas específicas de bacterias con beneficios para la salud demostrados en estudios clínicos. Además, a diferencia del kéfir, el yogur no contiene alcohol, lo que lo convierte en una opción más adecuada para esta población (13).
También se puede considerar la leche fermentada con probióticos que, al igual que el yogur, se elabora con cultivos específicos de bacterias beneficiosa (13).
Conclusión
En resumen, no se recomienda el consumo de kéfir en la población infantil. La presencia de alcohol, la variabilidad microbiana y la falta de estudios concretos en población infantil sugieren que no se aconseje su consumo en niños y adolescentes. A pesar de los beneficios potenciales del kéfir, es crucial priorizar la seguridad y el bienestar de la población infantil.
Referencias Bibliográficas
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