Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA): la punta del iceberg
Los TCA son problemáticas caracterizadas por creencias y comportamientos anormales y patológicos entorno a la comida, el peso y la imagen corporal. Su prevalencia se sitúa, aproximadamente, entre el 0,5% y el 1% de la población. La incidencia ha ido en aumento en las sociedades occidentalizadas lo largo de los últimos 50 años, y actualmente nos encontramos ante un escenario de cierto mantenimiento en cuanto a la prevalencia de entidades nosológicas concretas con la anorexia o la bulimia nerviosas. No obstante, se hallan claramente en auge los llamados problemas relacionados con el peso, tales como conductas de control de peso extremas seguidas sin recomendación médica o preocupaciones sobre la el peso o la silueta corporales, que pueden llegar a resultar realmente incapacitantes en tanto que generan evitación o impiden el normal desempeño de actividades cotidianas y necesarias, desde la visita a tiendas de ropa hasta la autoexploración corporal, paso necesario -aunque no suficiente- para la consecución de la legítima soberanía sobre el propio cuerpo. Estas problemáticas también son tributarias de prevención, dado que son generadoras de sufrimiento por ellas mismas, y además pueden constituir una puerta de entrada a trastornos como la anorexia, la bulimia o el trastorno dismórfico.
En la génesis de estas problemáticas los factores psicosociales tienen un papel protagonista por encima de los biológicos -que también existen-, y entre estas variables el género es probablemente la principal. En este sentido, aunque tradicionalmente han sido problemáticas más prevalentes entre las mujeres, últimamente se ha producido un aumento de la incidencia entre los hombres, a medida que el mercado de la belleza y el adelgazamiento les ha ido incorporando a ellos también como víctimas target de sus discursos y reclamos publicitarios.
Bases de la intervención preventiva
Actualmente se posee una base suficientemente sólida de conocimiento sobre la etiopatogenia de las problemáticas relacionadas con la conducta alimentaria y la imagen corporal, lo cual ha permitido identificar los principales factores de riesgo y articular intervenciones preventivas específicas que persiguen desmontar las bases socioculturales sobre las que, según el modelo cognitivosocial, edifican las creencias y conductas alimentarias patológicas. Dentro de estas bases socioculturales, tiene un papel preponderante el modelo estético -tanto femenino como masculino- impuesto y legitimado desde la industria y los mass media, que en general es incompatible con unos parámetros antropométricos y fisiológicos saludables, y que, en cualquier caso, por su carácter inherentemente utópico es fuente inagotable de frustración e insatisfacción para quien lo persigue. En este contexto, los principales objetivos de los programas de prevención que se realizan a nivel escolar apuntan a la identificación y crítica del modelo estético, el desarrollo de habilidades de pensamiento crítico (por ejemplo, descodificando los mensajes de los media sobre el cuerpo ideal), al desafío de la glorificación del cuerpo delgado y la satanización de cuerpos con sobrepeso/obesidad u otros cuerpos no normativos, el desarrollo de una imagen corporal saludable, al incremento de la autoconfianza y la autonomía y la mejora de las habilidades de comunicación y aprendizaje. Estos objetivos se vehiculan en forma de metodologías concretas que persiguen, por vías diversas, educar a la juventud en la actitud crítica -e, idealmente desde mi punto de vista, abiertamente hostil- hacia los mensajes patogénicos que, dada su avasalladora presencia en el entorno, no se puede evitar que reciban. Se pretende evidenciar las incoherencias y mentiras del discurso predominante sobre el modelo estético, muy particularmente en tanto que forma de violencia de género, y dotar a los y las jóvenes de herramientas que les otorguen un cierto grado de «inmunidad» ante el bombardeo mediático . Esta perspectiva se denomina media literacy o alfabetización en medios. Acompañando este enfoque, es útil proporcionar información científicamente veraz y comprensible sobre nutrición básica, a fin de que pueda contrarrestar la infinidad de creencias populares que circulan promovidas y legitimadas, muy a menudo, los medios de comunicación; creencias sobre las que se basan muchas veces las dietas o los planes de ejercicio físico abusivo.
Otro pilar, complementario al anterior, sobre el que se sustentan las intervenciones preventivas es el de la disonancia cognitiva, un fenómeno psicológico por el cual resulta extremadamente difícil e incómodo para la persona llevar a cabo una conducta cuando ésta incurre en clara contradicción con sus esquemas cognitivos. Por este motivo, es improbable que una persona que haya interiorizado los valores críticos de los que hemos hablado más arriba realice conductas contrarias a los mismos. Por este motivo son eficaces los programas en los que se forma críticamente un grupo de personas que, a su vez, se convierten en agentes de salud y hacen lo mismo con otros compañeros y compañeras, manteniendo así una «cadena de cambio cognitivo» que se perpetúa de igual a igual, siguiendo un modelo peer to peer, dado que se ha visto que a menudo el mensaje se integra de forma diferente si proviene de iguales que si proviene de profesionales.
Nuevas líneas de intervención, que cuentan con evidencia científica prometedora pero todavía no concluyente, se basan en la utilización de herramientas teatrales para promover el cambio cognitivo y comportamental. La teoría cognitivo-social y el enfoque teatral en la educación parten de la misma premisa: el aprendizaje se basa en la autorreflexión y la interacción entre el entorno y la persona. El hecho de crear y representar una narrativa performativa en torno a temas de salud e imagen corporal crea nuevos significados y en reformula otros, convirtiéndose en un espacio de ensayo de habilidades intra e interpersonales que luego son extrapolables al entorno.
Ejemplos de actividades preventivas
Concretamente, en los programas de intervención se pueden realizar actividades de reflexión en torno a premisas explícitas e implícitas de la publicidad («Tienes el cuerpo que deseas», «Puedes cambiar tu cuerpo», «Un cuerpo delgado es sinónimo de éxito / de salud / de belleza «…), búsqueda y explicitación de la manipulación en las imágenes de los mass media (retoques fotográficos, maquillaje…), actividades de making-off de un anuncio, creación de parodias de anuncios, educación sobre el origen del modelo estético actual y su relación con el sistema heteropatriarcal y las inequidades que éste sustenta y propugna, educación en la diversidad estética presente en el mundo, explicación de los intereses económicos que mueven la industria de la belleza o intervenciones lúdicas en torno las características organolépticas de los alimentos (sabor, olor, color, textura…), para desenterrar y celebrar la dimensión hedónica del acto alimentario.
Tomar los espacios virtuales : la lucha está en la red
En el fondo, la reivindicación del cuerpo y la denuncia del modelo estético patógeno y opresivo constituye toda una revolución política que no puede producirse sin la articulación de movimientos de empoderamiento popular; y, al igual que ocurre en otras luchas, las redes sociales están ostentando un papel clave a la hora de crear espacios para la reflexión y la diseminación de contrapropuestas. En este sentido, inciativas que pretenden visibilizar y denunciar la lipofobia, como ésta, están llevando a cabo una labor de valor incalculable cuyos frutos esperamos observar en un futuro próximo.
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La imagen de este artículo es obra de la compañera Lu-Tih (Luisa Castillo Arevalo): http://lu-tih.deviantart.com/