Salvo contadas excepciones, los seres humanos pasamos la mayor parte de nuestro día a día en contacto con otras personas. Por ello, no es de extrañar que las relaciones interpersonales sean una de las principales fuentes de conflicto psicológico. Existen fundamentalmente tres estilos relacionales, que explicaremos posteriormente: la pasividad, la agresividad y la asertividad. A largo plazo, el más beneficioso suele ser el estilo asertivo; no obstante, el cultivo de unas habilidades relacionales saludables implica la interiorización de pautas y modelos complejos, así como la habilidad de conjugarlos en beneficio propio y colectivo.
“Trata a las demás personas con amabilidad
¿Sabías que se ha demostrado científicamente que ser amable te hace más feliz? Cada vez que realizas un acto desinteresado, tu cerebro produce serotonina, una hormona que alivia la tensión y levanta el ánimo. No sólo eso, sino que tratar a las personas con amor, dignidad y respeto también te permite construir relaciones más fuertes.”
Pues parece ser que ha salido ya la serotonina, aunque debo aclarar que la pobrecilla no es una hormona, sino un neurotransmisor (por lo menos en el contexto en el cual se la cita en esta frase). Por cierto, no es la única sustancia que se ha relacionado con el bienestar emocional, el equilibrio conductual o la empatía. Además, no únicamente la bioquímica ayuda a tejer redes relacionales saludables, sino que las propias consecuencias de las acciones que ejercemos sobre el exterior ayudan, a menudo, a crear un ambiente más propicio a nuevas interacciones favorables; es decir, la bioquímica no es causa, sino a la vez causa y consecuencia.
“Habla bien de las demás personas
Ser bueno sabe mejor que ser malo. El cotilleo puede ser divertido, pero por lo general acaba haciéndote sentir culpable y resentid@. Decir cosas buenas de la gente anima a pensar en positivo y reduce los prejuicios.”
Nuestra conducta incide sobre el medio exterior y tiene consecuencias, igual que los estímulos exteriores tienen consecuencias sobre nosotr@s y dirigen nuestra conducta. El tejido relacional es complejo y, a veces, la falta de habilidades sociales, de inteligencia social o –primariamente- emocional complica todavía más las cosas. Hay formas asertivas de comunicarse que, a la larga, suelen ser más beneficiosas que las formas pasivas o agresivas, venga esta agresividad de frente o por la espalda. Por otra parte, reconocernos a nosotros mismos como seres susceptibles de cometer errores y permitirnos un margen para la equivocación o el fracaso nos puede hacer más sensibles hacia los demás. El perfeccionismo, aunque suele hacer exitosas a las personas que lo poseen (obviamente, no es el único camino hacia el éxito), a largo plazo no suele ser un buen compañero de viaje, por lo menos para llevarlo a todas partes.
“Elige sabiamente las amistades
La infelicidad llama a más infelicidad. Es por eso que es importante rodearse de gente optimista que te anime a alcanzar tus metas. Cuanto más energía positiva tengas a tu alrededor, mejor te sentirás contigo mism@.”
Al margen de las características de personalidad o los estilos cognitivos de quienes nos rodean, gozar de un buen soporte social es factor protector para prevenir multitud de situaciones problemáticas, también en las problemáticas relacionadas con la alimentación y el peso; por ejemplo, el hecho de realizar las comidas en familia se ha demostrado como factor protector frente a los trastornos de la conducta alimentaria y, más ampliamente, las conductas desadaptativas e insanas relacionadas, como los vómitos autoinducidos o las dietas peligrosas. Además, en temas de compañía suele ser preferible la calidad a la cantidad. Y recordemos que, como se suele decir, las amistades son la familia que se elige: si no hemos tenido suerte con la familia, cuidemos nuestras amistades. Es muy importante tener a alguien con quien hablar con total sinceridad, y a ser posible más de una persona, por si acaso alguna vez el problema tiene que ver justamente con nuestr@ confidente; no obstante, igual de importante es respetar los tiempos propios de cada persona, no forzarse ni forzar a las demás personas a abrirse cuando no lo desean ni sentirse bicho raro por preferir (y vernos capaces de) gestionar ciertos temas con nosotros mismos. Por último, cuando la autogestión o la ayuda del entorno no es suficiente, cuanto antes se acuda a consulta profesional, mejor pronóstico de resolución tendrá el problema.
“Cultiva las relaciones sociales
Una persona solitaria es una persona infeliz. Las personas felices entienden lo importante que es tener relaciones fuertes y saludables. Toma tiempo para compartir momentos con tu familia, amistades o pareja.”
Cuidar el entorno y priorizar la calidad de las relaciones por encima de la cantidad, lo cual es un consejo muy pertinente, sobretodo, en edades adolescentes; y además, muy transcendente, porque es en estas edades cuando el grupo suele ejercer una presión mayor sobre la propia conducta, pudiendo actuar como factor predisponente o precipitante de varios problemáticas tales como conductas alimentarias alteradas, consumo irresponsable de drogas, etc.
“No mientas
Mentir te estresa, te corroe la autoestima, y te hace menos agradable a ojos de las demás personas. La verdad te hace libre. Ser honest@ mejora tu salud mental y fomenta la confianza de las demás personas en ti. Di siempre la verdad, y nunca pidas disculpas por ello.”
La incapacidad de mentir (o mejor dicho, de las habilidades mentales necesarias para hacerlo), que se da en algunas patologías, es nefasta y contribuye a una incapacidad manifiesta para la interacción social; ahora bien, como es sabido, hay mentiras y mentiras, y suponemos que este consejo se refiere a intentar mentir lo mínimo posible o no mentir en cuestiones de gravedad o importancia. Mentir estresa porque hay que recordar que lo hemos hecho, a quién hemos propinado la mentira, y hay que construir un entramado más o menos complejo que la mantenga; y para la mayoría de las personas es pernicioso para la autoestima, puesto que la mentira se considera socialmente inmoral y, por tanto, indeseable para todas las personas que deseen posicionarse a la izquierda en el contínuum bien-mal. El sesgo cognitivo consistente en el razonamiento emocional juega aquí un papel clave, puesto que convierte automáticamente a la persona que ha mentido (estado) en una mentirosa (esencia), igual que para la ideología imperante una persona que tiene un determinado cuerpo (característica) es una “obesa” o una “gorda” (esencias), o una persona que toma de vez en cuando un bollycao para merendar se convierte ante algunos ojos en una especie de criminal contra los estandartes de la buena y sana alimentación, uno de los objetivos de la cual, a veces incluso por encima de la salud, parece ser la delgadez. El autoconcepto, pues, incorporará este nuevo calificativo a la construcción de la identidad, y si el calificativo es negativo, la autoestima se verá reducida. Sin embargo, volviendo al hábito de mentir, si lo hacemos por una causa que consideramos justa o conducente a un bien de mayor magnitud, nuestra conducta ya no nos parecerá tan deleznable. No es tanto la mentira, pues, como el uso que hagamos de ella y el hecho de que los engañados seamos, quizás y en el fondo, nosotros mismos los que conllevan el malestar.