La semana pasada Barcelona tuvo el honor de acoger el workshop titulado Emotional Eating: ocho horas para aprender de la prestigiosa doctora holandesa Tatjana Van Strien, psicóloga clínica y de salud con dilatada experiencia en el estudio de la conducta alimentaria y, particularmente, de la obesidad y su génesis.
Dado que la obesidad actúa como un factor de riesgo para el desarrollo de diversas condiciones patológicas en casi todos los sistemas (cardiológicas como el Infarto Agudo de Miocardio, pneumológicas como el Síndrome de Apneas Obstructivas del Sueño, ginecológicas como el Síndrome de Ovario Poliquístico…, entre muchas otras), la investigación sobre sus causas y procesos de desarrollo ha sido, desde hace tiempo, una prioridad en la investigación (sumado todo ello, como ya he explicado en sucesivos artículos, al gran potencial económico que esconde la temática). Actualmente existe acuerdo a la hora de afirmar que los factores internos y externos a la persona interactúan en la consecución y el mantenimiento del peso corporal; y lo hacen tanto si dicho peso se sitúa por debajo, dentro o por encima de los niveles considerados normales. En relación con este punto, por cierto, es interesante observar cómo estos valores de normalidad parecen estar más influenciados por los intereses de la industria que por la evidencia científica existente. Un ejemplo: la investigación epidemiológica ha demostrado que, por lo general, sólo cuando el IMC está por encima de 27 empezamos a hallar asociaciones fuertes con condiciones patológicas, mientras que hoy en día el sobrepeso se define clínicamente por un Índice de Masa Corporal (IMC) situado entre 25 y 29,9 (a partir del 30 se clasifican los diferentes grados de obesidad). Por otra parte, el sobrepeso (no así la obesidad) parece ser un factor protector para algunas enfermedades, a diferencia del infrapeso, que normalmente funciona como un factor de riesgo. A pesar de ello, algunos profesionales aconsejan a sus pacientes acerca de las pérdidas ponderales que deberían conseguir de acuerdo con los estándares influenciados por modelos estéticos impuestos, en lugar de apoyar su criterio clínico en la evidencia científica.
Es en este contexto que la Dra. Van Strien ha desarrollado su investigación sobre lo que ella llama emotional eating (la ingesta determinada excesiva o anómalamente por los estados emocionales) y el external eating (la ingesta determinada excesiva o anómalamente por los estímulos externos). Las líneas de investigación anteriores a sus trabajos, enmarcadas en la teoría psicosomática, habían demostrado ya el siglo pasado que algunas personas muestran una respuesta atípica frente a las emociones negativas (no parece ser así cuando se trata de emociones positivas). ¿Qué es lo que sucede? La mayoría de las personas, cuando se sienten ansiosas o tristes, experimentan un aumento de la actividad de su eje Hipotálamo-Hipofisario-Adrenal (HPA), que resulta en una mayor liberación de cortisol, hormona que les lleva a disminuir su apetito y su conducta alimentaria. Sin embargo, algunas personas (los llamados high emotional eaters, personas que puntúan alto en las escalas que miden el rasgo emotional eating) no muestran esta regulación a la baja de la ingesta en respuesta a la inducción de una emoción negativa, y en algunos estudios particulares se ha observado incluso una regulación al alza de la misma. Curiosamente, algunos trabajos han mostrado que la sensación de apetito de estas personas no fluctúa de la misma manera que su conducta de ingesta.
Señales emocionales erróneas
Otras investigaciones han inspirado la idea de las wrong emotion-cues (señales emocionales erróneas), y en particular la importancia de la capacidad de identificación y denominación de las diferentes emociones (o mejor dicho, de la incapacidad de hacer tal cosa, que en terminología psicológica se denomina alexitimia), así como de la percepción del grado de control que tiene una persona sobre sus propias emociones. La Dra. Van Strien defiende que algunas personas experimentan a veces una sensación de activación fisiológica difusa y difícilmente identificable para ellas como una emoción concreta, lo cual a veces las lleva a comer en exceso, pues no son capaces de distinguir los sentimientos como la ansiedad o la tristeza de la sensación de hambre. Este parece ser el caso de una parte nada despreciable de las personas con sobrepeso y obesidad estudiadas por esta experta, así como de buena parte de las personas que manifestaron estar siguiendo dietas restrictivas, sobre todo si éstas eran autoimpuestas. Algunos autores han definido estos últimos casos como personas con “sobrepeso latente”, es decir, que desarrollarían sobrepeso u obesidad si no restringieran su ingesta: aunque esta idea no es del todo correcta, puesto que nuestra cultura incentiva a muchas personas con normopeso a alimentarse hipocalóricamente persiguiendo el infrapeso que los medios de comunicación y la industria hacen deseable. Sin embargo, los efectos de la ingesta restrictiva también explican estos comportamientos de emotional eating en términos, quizás más parsimoniosos, de anabolismo adaptativo (esto es, fundamentalmente, un conjunto de adaptaciones del metabolismo que se producen en caso de ingesta insuficiente con el objetivo de ahorrar energía).
Para más información, les recomiendo que busquen el trabajo de esta investigadora en la red, especialmente en lo referente a las relaciones del emotional eating y el external eating con patrones patológicos de conducta alimentaria como el Binge Eating Disorder (BED) o la Bulimia Nerviosa, con determinados estilos educativos recibidos en la infancia (el emotional eating es un rasgo raro en la infancia, aumentando su prevalencia con la edad) y con rasgos psicológicos como la alexitimia, antes mencionada. Para l@s profesionales, recomiendo indagar en los trabajos publicados sobre emotional eating y correlatos psicobiológicos (alelo A1 del gen del DRD2 -receptor de la dopamina- y alelo S del 5-HTTLPR -transportador de serotonina; a propósito, el nivel del rasgo emotional eating funciona como predictor de depresión atípica).
La Dra. Van Strien es autora también de un test para medir estos estilos de ingesta, que cualquier psicólog@ debería saber manejar e interpretar en la práctica diaria (DEBQ).