El concepto tradicional de nutrición contempla que la función de la dieta es aportar los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del organismo. Este concepto, que corresponde al de nutrición adecuada, se está sustituyendo por el de nutrición óptima que además contempla la posibilidad de que algunos alimentos mejoren nuestra salud y nos ayuden a prevenir enfermedades. A partir de este concepto, empiezan a aparecer los alimentos funcionales (AF) cuyo desarrollo se basa en la relación entre dieta y salud.
Un alimento puede ser considerado como funcional si se ha demostrado que proporciona un efecto beneficioso sobre una o varias funciones del organismo, además de los efectos nutricionales habituales, mejorando la salud y disminuyendo el riesgo de enfermedad.
Los alimentos funcionales deben de tener unas características determinadas:
- Alimentos que se manipulen para conseguir algún beneficio añadido, ya sea por adición, eliminación o reducción de alguno de sus componentes.
- Alimentos “clásicos” a los que se les incorpora algún otro componente, alimentario o no alimentario, que tienen un efecto claramente beneficioso para la salud.
- Completan la función nutritiva y la prevención de enfermedades dentro de una alimentación equilibrada.
- La presentación ha de ser como la de un alimento, nunca en forma de cápsulas o comprimidos.
Un ejemplo de AF son los probióticos y los prebióticos. Los probióticos son aquellos alimentos que contienen bacterias vivas que permanecen activas en el intestino y afectan beneficiosamente a una o varias funciones del organismo, como por ejemplo el yogur. Los prebióticos se definen como ingredientes no digestibles de los alimentos que afectan beneficiosamente al organismo estimulando selectivamente el crecimiento y la actividad de alguna de las especies ya establecidas en el colon, como por ejemplo la fibra. Tanto los probióticos como los prebióticos favorecen al buen funcionamiento de la flora del colon.
También podemos considerar como AF a aquellos alimentos naturales que por su propia naturaleza tienen efectos específicos beneficiosos para la salud. Por ejemplo se ha demostrado que la ingesta de aceite de oliva reduce el riesgo de enfermedad coronaria e hipertensión arterial. También existe evidencia científica de que el consumo de fruta y verdura en cantidades adecuadas (5 o más raciones al día) está asociado con la reducción de riesgo de cáncer y enfermedades cardiovasculares.
La forma de incluir los AF en nuestra dieta debería seguir alguno de los siguientes criterios:
- En función de la situación fisiológica en que nos encontremos (embarazo, lactancia, actividad física…).
- Enfermedades crónicas que aumenten los requerimientos nutricionales de algún nutriente específico (osteoporosis, obesidad…).
- Introducir alimentos funcionales en los casos de exclusión de algún alimento, por ejemplo por intolerancia (lácteos).
Los AF se deben de consumir dentro de una dieta saludable y equilibrada para que ejerzan todos sus beneficios. Estos alimentos no se deben de considerar como un recurso para compensar dietas inadecuadas e insuficientes y se ha de tener en cuenta que para tener una correcta alimentación nos basta con una dieta suficiente, variada y equilibrada.
Bibliografía
- Palou A, Serra F. Perspectivas europeas sobre alimentos funcionales. Alimentación, nutrición y salud. 2000; 3, 76-90.
- SENC. Alimentos funcionales, para una alimentación más saludable. 2005
- Culebras J.M, García de Lorenzo A, González-Gross M. Alimentos funcionales. Nutr.Hosp 2004 19(1)
Muy interesante, cuanto menos, Mercedes.
Muy interesantes todas esas informaciones sobre los alimentos funcionales los cuales tienen una gran inportancia para nuestro organismo. !muchas gracias!