La gestión de las emociones implica su reconocimiento, adecuada caracterización y manejo inteligente. El manejo inteligente de una emoción es aquel que maximiza sus consecuencias positivas y minimiza las negativas (el sufrimiento) para la persona. El entramado emocional es complejo, pero el entrenamiento en su gestión suele dar lugar a un aprendizaje rápido. No se trata de ser perfect@s gestores o de esconder las emociones: se trata de ser humanos de la forma más inteligente posible.
“No guardes rencor
Las personas felices entienden que es mejor perdonar y olvidar que dejar que sus sentimientos negativos desplacen a sus sentimientos positivos. Guardar rencor tiene muchos efectos perjudiciales sobre tu bienestar, incluyendo aumento del riesgo de desarrollar depresión, ansiedad y estrés. ¿Por qué permitir que alguien que se ha portado mal contigo ejerza poder sobre ti? Si sueltas el rencor, obtendrás una conciencia limpia y la energía suficiente para disfrutar de las cosas buenas de la vida.”
Dicho de esta forma, podría parecer que sugieren la vieja estrategia de esconder la porquería bajo la alfombra en lugar de reconocerla, afrentarla, diseccionarla, gestionarla y, si vale la pena, incluso intentar reciclar algo bueno de ella. A este conjunto de habilidades se le suele llamar inteligencia emocional; y dado que no nos suelen educar para sobresalir en ella (es mucho más importante convertirse en crack del examen tipo test, que al fin y al cabo es lo que se estila en la universidad), es muy recomendable ejercitarse en este tipo de habilidades aprovechando las oportunidades que nos brinda día a día la vida cotidiana.
“Agradece lo que tienes
Hay un dicho popular que dice: «Las personas más felices no tienen todo lo mejor; pero sacan lo mejor de lo que tienen». Vas a experimentar una satisfacción más profunda si eres consciente de todo aquello que posees en lugar de sentir nostalgia de lo que no tienes.”
Nuestra sociedad nos empuja hacia el hedonismo del presente y nos fuerza la vista hacia el futuro (sólo un dato curioso: ayer dediqué un rato de televisión a contar anuncios de planes de pensiones de cara a la jubilación, alarmas de cara a robos que a veces incluso se cometen con las personas durmiendo dentro de casa, yogures de cara a cuando seamos menopáusicas, pseudoyogures desnatados de cara a enseñar muslos en verano…; recomiendo la experiencia de este ejercicio). En este contexto, es recomendable girar la vista atrás de vez en cuando y darnos cuenta de todo cuanto hemos conseguido; darnos cuenta de que quizás este no sea el mejor momento para seguir creciendo o seguir adelante, pero sin embargo quizás sea un momento propicio para detenerse, disfrutar de lo conseguido y aprender de lo que hemos conseguido y lo que no. Ello no implica, pero, caer en el conformismo.
“No te preocupes por las cosas sin importancia
Las personas felices se preguntan, «¿Será este problema importante para mí dentro de un año?”. Para ellas, la vida es demasiado corta como para ponerse nervios@ sobre situaciones triviales. Tirarse las cosas triviales a la espalda sin duda facilitará que disfrutes de las cosas más importantes en la vida.”
En Catalunya tenemos una expresión muy bonita que reza: “s’ha de saber destriar el gra de la palla”. En la vida hay problemas importantes en los cuales nuestra conducta puede tener alguna repercusión y a los que vale la pena dedicar esfuerzos, mientras que otras veces viviremos conflictos que no está a nuestro alcance solucionar o que podemos dejar para otro momento. Establecer prioridades es clave en la consecución de nuestros objetivos, y por supuesto también lo es evaluar la relevancia o adecuación real de dichos objetivos: ¿realmente necesito hacer o conseguir esto, o simplemente me lo impone otra persona, la publicidad, la sociedad? Y si me es impuesto desde fuera, ¿con qué finalidad? El pensamiento crítico -que no la paranoia- es otra perla muy valiosa para ir por la vida.
“Acepta lo que no se puede cambiar
Una vez aceptado el hecho de que la vida no es justa, estarás más en paz contigo mism@. En lugar de obsesionarte con lo injusta que es la vida, céntrate en lo que tú puedes controlar y cambiar para mejor.”
Posiblemente se añadió este consejo a posteriori, puesto que entra en clara contradicción con algunos de los anteriores. Se tocan aquí dos de las distorsiones cognitivas más frecuentes en la población general (también en la patológica, según en qué espectro nos movamos): la falacia de justicia (el mundo es justo) y la falacia de control (o se es sujeto de control, o se es objeto del mismo). Asimismo, se intuyen también la falacia del cambio (las personas pueden ser cambiadas, aun cuando no lo deseen), la falacia de la recompensa divina (el esfuerzo será recompensado) y otras formas de sesgo comunes como el filtraje de detalles confirmatorios de las propias hipótesis vitales, el pensamiento polarizado, la personalización o la interpretación del pensamiento ajeno. Las distorsiones cognitivas están presentes en la estructura mental de todas las personas, y probablemente ha llegado a ser así porque en la mayoría de las ocasiones son adaptativas: sin embargo, desempeñan un papel clave en el mantenimiento del malestar psicológico en muchas ocasiones. Tomar conciencia de los sesgos de pensamiento a los cuales somos más proclives, intentar plantearse otros puntos de vista y aceptar que muchas de nuestras “máximas verdades personales” -a menudo relacionadas con el aspecto del grado de control que podemos ejercer sobre el exterior, incluyendo en este epígrafe el propio cuerpo- no son ciertas nos puede ahorrar más de un sufrimiento.