Muchas enfermedades crónicas en el adulto se originan por la exposición a múltiples factores de riesgo a lo largo de la vida, algunos de los cuales comienzan ya en el útero o en la primera infancia. Dos de esas enfermedades son la obesidad y el síndrome metabólico (SM), las cuales se han convertido en un serio problema de salud pública en nuestro país. Estas son entidades clínicas complejas y heterogéneas con un fuerte componente genético, cuya expresión está influida por factores ambientales, sociales, culturales y económicos, entre otros. El incremento paralelo de la frecuencia de la obesidad y del síndrome metabólico es un fenómeno mundial. La prevalencia del SM varía en función de la edad, el sexo, el origen étnico y el estilo de vida.
El principal problema del SM radica en que es debida a múltiples factores de riesgo como un desarrollo fetal o crecimiento en la infancia inadecuados, diversas circunstancias socioeconómicas adversas en la infancia y una gran variedad de factores socioeconómicos y de conducta en la vida adulta como por ejemplo la inactividad física.
Prevalencia del síndrome metabólico
La prevalencia de SM aumenta con el número de factores de riesgo a los que se está expuesto a lo largo de la vida, diabetes tipo 2 (DM2) o la resistencia a la acción de la insulina, enfermedad cerebrovascular, hipertensión arterial dislipemias y obesidad abdominal son algunos de ellos.
Con lo que a la alimentación en sí se refiere diversos estudios muestran como en aquellos sujetos que siguen una dieta mediterránea la incidencia de SM disminuye. Por dieta mediterránea entendemos que es una dieta saludable, caracterizada por el consumo de verduras, 2 raciones al día, al menos 3 piezas de fruta al día, pescado y pollo al menos dos veces por semana, y un consumo de carne roja limitado, además en nuestra dieta deberán de estar presentes las legumbres una o dos veces por semana, los productos lácteos principalmente en forma de leche de forma diaria, frutos secos, cereales en su forma integral el y aceite de oliva lo utilizaremos como nuestra principal fuente de grasa.
Además el ejercicio físico regular es, junto con la alimentación adecuada es otra de las medidas que podemos usar para disminuir la prevalencia y su incidencia.
Hemos de tener en cuenta que como en toda enfermedad prevenible, los esfuerzos a priori son los que mejor resultado van a dar, pues su tratamiento a posteriori además de difícil es muy costoso, con otras palabras el alto coste socioeconómico de la obesidad y del síndrome metabólico, es el limitante más importante para lograr atención integral de todos los factores que en él se encuentran. Por lo que de nuevo remarcar que la prevención es la mejor arma para luchar contra la enfermedad, y más cuando de SM se trata, de ahí la importancia de concentrar los recursos en actividades de prevención y promoción de la salud, lo que a día de hoy en el ámbito de la nutrición está bastante dejado de lado.
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