El marzo del año pasado, la OMS emitía nuevas directrices en relación al consumo recomendado de azúcar, rebajando su recomendación previa (que databa de hace una década) a la mitad. Según la OMS, sólo el 5% de la ingesta calórica total diaria de una persona debería provenir de azúcares libres o agregados (distintos a los que contienen naturalmente frutas y verduras). Las autoridades, sin embargo, se mostraban poco optimistas, asumiendo que mantenerse alrededor del 10% ya sería un logro.
En relación a la presencia masiva de azúcar en la industria de la alimentación, han surgido diferentes iniciativas, entre ella el documental «That Sugar Film», del que podéis ver el traíler en la parte superior de este artículo. ¿Qué debemos saber sobre el azúcar?
Razones generales por las que deberíamos reducir el consumo de azúcares.
Son muchos los estudios que relacionan el excesivo consumo de azúcar y alimentos azucarados con enfermedades metabólicas como diabetes, obesidad y enfermedades relacionadas con estas.
¿Es realista la nueva recomendación de la OMS?
Es una recomendación muy poco realista ya que la población en general no es consciente de la cantidad de azúcar que ingiere con ciertos alimentos aunque controlemos el azucarero. Por ejemplo: con beber medio litro al día de una de las bebidas de cola más consumidas ya superamos el 10%, sin tener en cuenta la ingesta de otros alimentos con azúcar que tomemos ese día (café, dulces, etc.). Así que conseguir un 5% sin un cambio de hábitos me parece poco probable. De todas formas, creo que se debería de intentar por parte de todos (a nivel individual e industrias) alcanzar esta nueva recomendación.
¿Suelen tener estas recomendaciones un efecto o un reflejo a nivel de consumo privado?
No. Además de que esta información llega a poca gente, en general, la población no es consciente del problema que supone un elevado consumo de azúcar hasta que el problema les toca de cerca.
El documental That Sugar Film intenta poner de manifiesto la cantidad de azúcares añadidos que ingerimos “sin darnos cuenta” a través de todo tipo de alimentos procesados. Para hacer este hecho más evidente, el protagonista limita su dieta a alimentos que son generalmente percibidos como sanos (yogures bajos en grasa, smoothies, cereales, zumos de fruta, barritas de cereales, etc.) Muchos de esos productos se presentan como saludables o “para cuidar la línea” desde su envase.
¿Podemos fiarnos de las etiquetas? ¿Se maquilla la existencia de azúcares en esas etiquetas? Y si las etiquetas engañan, ¿por qué la autoridad reguladora permite que se lancen esos mensajes desde los embalajes de los propios productos?
En general las etiquetas cumplen con la legislación vigente sobre el etiquetado. Pero sí, la información que se da en ciertos etiquetados puede confundir al consumidor y hacerle pensar que ingiere menos azúcar. Es importante leer y comprender el etiquetado de los productos que vayamos a consumir. Por lo que muchas veces no es que la industria nos quiera engañar sino que el consumidor no interpreta la información correctamente. Si se tratase de una intención de fraude por parte de la empresa, la legislación no lo permitiría y tomaría medidas al respecto. El problema es que hasta entonces el consumidor es el que toma la decisión de consumirlo o no.
¿Tiene el azúcar una relación directa en nuestro desempeño cognitivo? ¿Y se podría decir que el azúcar crea adicción?
Las declaraciones sobre que el azúcar es adictivo no tienen una base científica sólida. No se apoya la afirmación de que el azúcar es una sustancia adictiva aunque si se ha detectado una respuesta hedonista en el consumo de alimentos dulces, que es el placer que obtenemos al consumir dichos alimentos. Los estudios concluyen que “el azúcar y los dulces parecen no cumplir los criterios actuales para la dependencia de sustancias”, tal y como se formula en el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM IV).
«El abuso» en general de cualquier cosa, no suele tener connotaciones positivas. Si llevamos una alimentación basada en productos muy procesados, llevaremos seguramente una dieta desequilibrada, tanto en azúcar como probablemente en grasas no saludables.
En los últimos tiempos parecen haberse puesto de moda los edulcorantes alternativos, cosas como la estevia o el sirope de ágave. ¿Son estos productos mejores que el azúcar desde el punto de vista dietético-nutricionista?
Es cierto que debido al interés por el culto al cuerpo que hay en la actualidad los edulcorantes están de moda. Éstos, en comparación con el azúcar aportan menos o ninguna caloría. Pero que el azúcar se sustituya por edulcorantes a la hora de tomar el café o infusiones o elaborar postres no asegura que el consumo de calorías totales de la dieta sea bajo. Si llevamos una alimentación saludable y una vida activa los edulcorantes nos pueden ayudar a controlar nuestro peso, sino no.
Hay también sustitutos del azúcar que son muy similares: el sirope de ágave, azúcar moreno, la miel… Sustituir un consumo alto de azúcar por un consumo alto de otro azúcar no mejorará mucho nuestra dieta.
¿Recomendaciones generales que le darías a cualquier persona en relación al consumo de azúcar/azúcares?
Siempre y cuando la persona esté sana, el consumo de azúcar de manera ocasional y en pequeñas cantidades no tiene por qué ser perjudicial. El problema está en hacer un abuso del azúcar de mesa y de los alimentos azucarados. Por ello es fundamental leer el etiquetado de los productos antes de consumirlos y saber que el azúcar también está presente cuando leemos ingredientes como jarabe de malta, jarabe de maíz, fructosa, miel, melaza, dextrosa o dextrina; y obviamente el azúcar moreno.