Paralelamente a la mejora y cambio en los hábitos alimenticios es crucial que la población se conciencie de la realización de ejercicio físico diario, como un elemento más de cara a la consecución general, de hábitos de vida saludable. El ejercicio es un factor clave, no sólo para lograr la pérdida de peso (principal motivo en el que rn la mayoría de los casos comenzamos a planteárnoslo), si no lo que es aún más importante, para el mantenimiento a largo plazo, adquisición de ese estilo de vida saludable y consecuentemente la mejora del estado de salud y calidad de vida en general. Además de ello, los efectos beneficiosos derivados de la práctica de ejercicio físico aeróbico, van más allá de todo lo anteriormente comentado, y sin duda contribuyen a una mejor evolución del/os paciente/s:
- Activa la circulación sanguínea, por tanto aumenta el flujo sanguíneo al músculo del corazón.
- Disminuye las resistencias periféricas, por lo que disminuye la tensión arterial.
- Mejora la oxigenación de los tejidos
- Disminuye el tono simpático, disminuyendo así la frecuencia cardíaca y la aparición de arritmias malignas y de muerte súbita.
- Favorece un mejor control de los factores de riesgo cardiovascular.
- Disminuye la ansiedad y depresión
- Mejora la calidad de vida con una vida más activa y productiva.
La recomendación mínima de ejercicio físico diario es caminar durante 30 minutos.
¿Y qué decir de la “REHABILITACIÓN” NUTRICIONAL?
La “rehabilitación nutricional”, tiene como objetivo corregir o crear hábitos nutricionales saludables. En este sentido, el conocimiento de los hábitos alimenticios de cada persona (sana o enferma), es un factor crucial para planificar las modificaciones en su dieta que sean necesarios. Aunque existen características globales de la dieta mediterránea, que serian aplicables a la totalidad de los sujetos (aspectos que podrían tratarse desde una educación grupal), los objetivos individuales de cada uno deben ser tenidos muy en consideración, así como de forma individual tendremos que marcar una serie de metas individuales dirigidas a la/s patología/s si las padecen.
Éstos deben ser los principios que caractericen y rijan la intervención y valoración nutricional de cada individuo (sano o enfermo), junto con una historia clínica completa, una historia nutricional de sus hábitos alimentarios y una exploración clínica que resalte los principales aspectos nutricionales, sin olvidarnos de otros factores que también influyen en el riesgo nutricional y nos aportarán información al respecto (medidas antropométricas, composición corporal y parámetros analíticos).
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