Cuando eres nutricionista las comidas familiares o con amigos se suelen convertir en interrogatorios de cuarto grado, avasallándote con preguntas de nutrición que tú, como buen profesional intentas aclarar, ya que, al fin y al cabo, es tu trabajo.
A mí me pasa y no me molesta responder y enseñarles la realidad de la nutrición frente a las absurdeces alimentarias que a veces me “sueltan”. Normalmente no las doy importancia más allá del momento en el que se suceden, pero el otro día una pregunta me dio qué pensar.
Hace unos días en una comida con familiares, entre ellos mi primo de 12 años, tuve otro “interrogatorio”. Cuando se estaba comentando el tema de los productos integrales y la importancia de su consumo, mi primo me saltó: “¿pero yo también tengo que comer pan integral?”. A todo esto él tenía una cara de repulsión, dando a entender que el pan integral era para personas enfermas. Yo, en ese momento respondí normal, claro, pero me quedé desconcertada.
Una de las cosas que me vino a la cabeza fue un anuncio más o menos reciente de un yogur con bífidus en el que la madre era la única que los tomaba alegando que los niños “no lo necesitan”, algo relacionado con este tema.
Y es que, aún estando ya en una situación en la que aparentemente se da prioridad a los hábitos saludables, queda mucho por hacer ya que se siguen catalogando los alimentos en buenos o malos, o como en este caso, como si fueran medicinas que están indicados según la etapa de vida o patología que tengas.
“No existen alimentos malos ni buenos, pero es necesario atender al conjunto de la alimentación para lograr que sea variada, moderada y equilibrada, que tenga en cuenta las necesidades de cada persona concreta y todo ello dentro de un estilo de vida saludable con actividad física diaria”, creo que es la cita que mejor lo define, dicha por José María Ordovás, experto en nutrigenómica y nutrición.
Por lo tanto, no hay estipulados alimentos para cada etapa de la vida, más bien lo contrario, todos los alimentos están permitidos para cada etapa de vida, en las cantidades ajustadas a ella. Es cierto que un tipo de alimento puede ser más recomendable o menos pero, no es sinónimo de prohibir su consumo.
En mi modesta opinión tanto el “dar ejemplo” por parte de los padres y el tener una buena educación nutricional en la escuela, son primordiales para que estas situaciones vayan desapareciendo.
[quote_box_right]No existen alimentos malos ni buenos, pero es necesario atender al conjunto de la alimentación para lograr que sea variada, moderada y equilibrada, que tenga en cuenta las necesidades de cada persona concreta y todo ello dentro de un estilo de vida saludable con actividad física diaria[/quote_box_right]La primera es aparentemente más sencilla pero, implica un gran compromiso por parte de los padres que tienen que valorar lo positivo de tener unos correctos hábitos y las ventajas que van a aportar a la vida de sus hijos.
El tener una buena educación nutricional es algo que se debería aprender en la escuela para que tengan una buena base de conocimiento y frente a publicidad, amistades etc., sepan realizar una correcta elección.
En conclusión, tenemos que querer aprender cuál es la realidad de la buena alimentación, llevarla a cabo y así, las futuras generaciones la conozcan como innata.
Recibe en tu correo los últimos artículos y vídeos sobre nutrición y salud, recetas y menús saludables. Un máximo de 2 e-mails al mes con información útil y práctica.
Una lástima que no se tome más pan integral, con los beneficios que aporta al organismo.
Me acostumbré a comerlo cuando pasé una temporada en casa del hermano de mi abuela, que estuvo a mi cuidado cuando mis padres se fueron de viaje dos semanas. Me gustó y desde entonces está siempre presente en las comidas. Él lo come toda la vida puesto que durante la Guerra Civil (tenía él 10 años en 1936) el precio del trigo blanco era muy caro así que no tenían otra alternativa que hacer pan con trigo integral (es decir, trigo en bruto).
De igual forma también se acostumbró durante la contienda y la dura posguerra a comer de forma muy moderada y variado, con un consumo muy habitual de legumbres y cereales, un consumo algo menos frecuente de pescado, algo menos de carne y muy, muy poco de embutidos, etc. Creo que por eso tiene 95 años y no se toma ninguna pastilla 🙂
Saludos!
Muchas gracias Josep por tu comentario. La verdad es que el pan integral debería estar en casa mesa diariamente, y ¡mucho mejor si se acompaña de una buena alimentación como la de tu tío!
Perdón, en el anterior comentario quise decir que en 1936 tenía 17 años, no 10! Lo siento! La edad actual sí está bien, 95 años jeje
La gran mayoría de panes integrales, llevan Azúcar, por lo menos los que se compran en grandes superficies, y en alguna que otra panadería, aunque estas últimas lo mezclan con trigo normal, siendo el integral lo mínimo, y si quieres un buen pan integral te sale caro, algunos por más de 3 euros, lo que me parece INCREIBLE.
Esa es la pena Antonia, los «panes integrales» que nos encontramos hoy en día en los supermercados e incluso en las panaderías de toda la vida distan mucho de ser realmente integrales y caemos en el engaño con su publicidad engañosa.
Tendremos que seguir escudriñando el etiquetado y buscar panes decentes, eso sí a precios elevados, desgraciadamente.