Investigación no farmacológica: ¿la gran olvidada o la gran negligida? (y III)

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Artículos previos:

Todo lo expuesto hasta aquí (ver mis dos artículos anteriores) no pretende, ni mucho menos, identificar el ensayo clínico como única y/o mejor manera posible de hacer investigación. Como es bien sabido, el diseño más adecuado para un determinado estudio dependerá del tipo de pregunta a la cual el proyecto en cuestión pretenda dar respuesta. Con todo, cuando el objetivo es resolver incertidumbres relacionadas con la intervención más idónea para tratar o prevenir una determinada condición clínica, el ensayo clínico es casi siempre el diseño más robusto. Esto puede afirmarse en general, a pesar de tener siempre en cuenta las limitaciones del ensayo clínico como diseño experimental y su no adecuación, o bien la necesidad de adaptarse a, las particularidades de determinadas intervenciones que, por su planteamiento más macrodimensional u holístico, van más allá de la acción molecular específica de un medicamento. Por ejemplo: es muy diferente actuar sobre la depresión mayor considerando la unidad de intervención terapéutica el receptor 5HT-1A de la serotonina, que proponerse el reto (bastante más ambicioso) de tomar como tal la mente humana y el conjunto de constructos supraordenados y derivados en los que se estructura. Y todo se complica aún más cuando, en la consulta de dietética, no tenemos a un paciente diagnosticado de nada sino a una persona con IMC al límite superior del normopeso que manifiesta su deseo de perder unos kilos porque entre sus valores principales se halla el “ser como los tipos que salen en el Men’s Health” y, además, ha padecido “desde siempre” un talante tirando a ansioso. Teniendo en cuenta, pues, esta serie de particularidades y las complejidades inherentes al paso del mundo académico al mundo clínico, siempre que sea posible llevarlo a cabo por motivos éticos y pragmáticos, el ensayo clínico debería considerarse entre las mejores alternativas.

Desde esta perspectiva, no tiene sentido que las intervenciones no farmacológicas sigan, como hasta ahora, quedando en buena medida fuera del corpus investigador fundamentado en el ensayo clínico. Debe ser así debido a la creciente utilización y necesidad de este tipo de intervenciones, pero también en pro de la dignificación de este tipo de tratamientos y su equiparación en todos los sentidos con las más populares y tradicionales terapias farmacológicas. Por si fuera poco, además, el crecimiento exponencial de nuevas terapias llamadas alternativas o complementarias pone de manifiesto cada vez más la necesidad de que toda intervención terapéutica o preventiva que se utilice con pacientes haya sido probada científicamente, tanto en términos de eficacia como de seguridad. En este sentido, pues, por el bien de los pacientes y de las profesiones sanitarias, es necesario someter todas las intervenciones a comprobaciones científicas de igual rigor. De este modo, aquellas que las superen podrán ser consideradas como miembros de pleno derecho y de primera línea en el conjunto de terapéutica disponible, junto a cualquier fármaco que se haya mostrado eficaz y seguro. Por el contrario, aquellas que sistemáticamente no se muestren eficaces o seguras deberán ser desterradas de la práctica clínica, por muy alternativa o complementaria que se denomine, y deberá convertirse en un deber ético advertir a la población sobre su ineficacia y/o peligrosidad, así como emprender las acciones legales que se consideren oportunas para restringir su práctica en los casos más excepcionales.

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Dra. Elisabet Tasa Vinyals
Médico especialista en Psiquiatría y en Psiquiatría Infantil y de la Adolescencia; psicóloga clínica y de la salud; posgraduada en psicoterapia integradora; máster en estudios de género interseccional; profesora de psicopatología infantojuvenil e intervención psicológica en la Universitat Oberta de Catalunya, profesora clínica de medicina en la Universitat de Barcelona e investigadora vinculada a varias entidades incluyendo la Unidad de Evaluación e Intervención en Imagen Corporal de la Universitat Autònoma de Barcelona, la Linköpings Universitet (Suecia) y la Gender and Health Promotion Studies Unit en la Dalhousie University (Canadá). Dos veces candidata a los Premios Fundación Príncipe de Girona (2014 y 2015) y ganadora del Premio Extraordinario de Titulación de la Universitat Autònoma de Barcelona (2011) y de la Mención de Honor de la American Association of Women Psychiatrists (2019). Apasionada de su campo profesional, es autora de varias publicaciones y ponente habitual en conferencias y congresos, así como revisora y miembro del consejo editorial de revistas y organizaciones científicas. Ejerce su especialidad tanto en el sistema de salud público como en su consulta privada en Barcelona.

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