¿Por qué no se consumen suficientes cereales integrales?

cereales integrales

En el primer artículo analizábamos los beneficios del consumo de cereales integrales. En este nos preguntamos por qué su consumo es tan reducido. Hoy en día, multitud de líneas de investigación han corroborado el beneficio derivado del consumo regular de cereales integrales. La evidencia científica parece haber repercutido sobre las  guías alimentarias y pirámides de alimentación de todo el mundo, por poner algunos ejemplos: 

  • En el Reino Unido la guía Balance of Good Health (Equilibrio de la buena salud) se recomienda que se base un tercio del consumo alimenticio en el pan, cereales y patatas y que se intente incluir un alimento de este grupo en cada comida y además, que se consuman versiones integrales, morenas o con alto contenido en fibra siempre que sea posible.
  • En Alemania, Austria y Suiza se sugieren cinco raciones diarias de cereales, productos de cereales y patatas, preferiblemente de grano entero.
  • En Estados Unidos la Dietary Guidelines for Americans (pautas dietéticas para los estadounidenses) se enfatiza la necesidad de consumir productos integrales e incluyen la recomendación “make half your grains whole” (haga que la mitad de los granos que consume sean integrales).
  • En la Dietary Guidelines for Australians (Pautas dietéticas para los australianos)  se subraya la importancia de los cereales como “la base de nuestras comidas diarias” y se recomiendan entre 6 y 12 raciones diarias de productos cereales que deberían incluir gran cantidad de variedades  integrales.
  • En Canadá la Food Guide to Healthy Eating (Guía nutricional para una alimentación sana) recomienda entre 5 y 8 raciones diarias de productos cereales, y de estos, la mitad, como mínimo, deberían ser integrales.
  • En España, la guía de la alimentación saludable de SENC pauta un consumo de 4 a 6 raciones de cereales y derivados al día, con una presencia importante de cereales integrales. 

Sin embargo, parece no haberse hecho eco en la población general donde su consumo sigue siendo pobre  e insufiente. Si nos fijamos en España, la ingesta de cereales integrales, junto con el de legumbres, frutas, hortalizas y frutos secos es inferior al recomendado (nueva edición 2012 del informe de la FEN ‘Valoración de la Dieta Española de acuerdo al Panel de Consumo Alimentario’) Tampoco la cosa mejora en otros países: en Reino Unido un tercio de los adultos y un 27% de los niños no consumen cereales integrales y un 5-6% incluye tres porciones en su dieta, en EEUU un 7% llegan a consumir estas tres porciones diarias.

¿ Por qué el consumo de cereales integrales no es popular entre los consumidores? ¿ Qué barreras existen para el incremento del consumo de cereales integrales?

En este estudio se recogen los siguientes motivos del bajo consumo de cereales integrales en la población estadounidense:

  • Desconocimiento de qué es un grano entero o de los beneficios que aportan a la salud.
  • Dificultades para los consumidores en su identificación.
  • La percepción de su sabor.
  • Los costes.
  • La falta de familiaridad con los métodos de preparación. 

¿En qué medida estas razones pueden asemejarse al bajo consumo de cereales integrales en la población española?

En primer lugar, el desconocimiento sobre materia nutricional creo que es evidente, si no fuera así ¿por qué están aumentando las cifras de enfermos de patologías crónicas como hipertensión, diabetes, obesidad y colesterol? No obstante, estamos hablando de un país en el que no hay dietistas-nutricionistas en la Seguridad Social y  en el que, aunque existe título universitario de Dietética y Nutrición,  en la mayoría de los casos, esta labor es llevada a cabo  por otros profesionales del ámbito de la salud, por tanto, ¿nos extraña?  

En cuanto a las dificultades para identificar un alimento integral creo que no es únicamente un problema educacional -que también- se trata más bien del confuso mensaje transmitido por la industria alimentaria en sus etiquetados . Cuando un consumidor acude al supermercado se encuentra  una amplia variedad de términos usados para definir un alimento integral. Algunos  como el arroz, los espaguetis o los macarrones pueden ser fáciles de identificar pero otros, compuestos por múltiples ingredientes, como las galletas, panes, cereales de desayuno, etc  pueden generar confusión. Para muestra, un botón: “panes multigranos o multisemillas”, “hechos con grano entero”, productos que “pueden contener algunos ingredientes de grano entero”, “ricos en fibra”…

Además este embrollado etiquetado suele ir acompañado de una coloración parduzca o amarronada del producto, característica de los alimentos integrales que ,en la mayoría de los casos, no es más que una mezcla de  harina de trigo enriquecida con melaza o cualquier otro colorante distando, por tanto,  de ser productos integrales pero que, de nuevo, confunden al consumidor.

Si tenemos en cuenta la palatabilidad (valor hedónico que se le atribuye a un alimento), varios estudios han concluido que a mejor sabor, mayor consumo. Además, el gusto por lo dulce y la aversión por lo amargo se consideran rasgos innatos presentes desde el nacimiento. Los alimentos integrales tienen un sabor más amargo que el de sus primos hermanos, los refinados; Este inconveniente ha querido ser contrarrestado por la industria alimentaria añadiendo azúcares o edulcorantes en su composición  ( jarabe de glucosa, azúcar, cacao, miel…)  pero en algunos paladares sigue primando la calidad organoléptica frente a la calidad nutricional y esta  mejorada versión entendida como más saludable (veremos en otro post si esto es así) parece ser insuficiente.

Otra razón a considerar y que resulta actualmente determinante para elegir lo que echaremos a la cesta de la compra es el precio.  Un estudio realizado en e 1996 por el ERS encontró que las versiones mejoradas del mismo producto alimenticio, como los más bajos en grasa o sodio o más altos en fibra son 2-94% más caros que las versiones “normales” del mismo producto ¿Ocurre esto en España a día de hoy?

 

Si nos paseamos por el súper y comparamos precios de productos  y sus homólogos integrales (en este caso me he ido a esta web de alimentación archiconocida) observaremos que ,efectivamente, son más caros los de grano entero:

 

  • Macarrones Gallo 500g elaborados con harina de trigo refinada 0,78 euros
  • Macarrones Gallo 500g integrales 1,21 euros
  • Arroz largo Carrefour 1kg-0,72 euros
  • Arroz integral Nomen 1kg 2,03 euros
  • Pan de pita Florentin ecológico 260g 2,30 euros
  • Pan de pita Vegetalia ecológico 250g 2,42 euros
pita-bio
cereales grano entero

¿Acaso la denominación de “alimento saludable” que se asocia a los productos integrales supone un jugoso interés para la Industria que ven un filón para aumentar sus ingresos? O ¿ es la merma de su vida útil lo que les lleva a encarecer el producto para poder obtener un mayor beneficio? 

Si analizamos si la dificultad en el procesado culinario de este tipo de productos es una barrera o no para el consumo, yo me atrevería a decir un rotundo sí. Junto con las cifras de obesidad y sobrepeso también ha crecido el consumo de productos precocinados y cada día comer fuera de casa es bastante habitual entre los trabajadores españoles, por tanto, no creo que teniendo en cuenta estos dos datos, la cocina sea una prioridad. Se buscan platos rápidos y fáciles de preparar y se destina muy poco tiempo en la cocina.

En conclusión, el consumo de cereales integrales junto con el de otros productos de origen vegetal (legumbres, frutas u hortalizas) es deficitario, lo que explica el incremento de la prevalencia de enfermedades crónicas que pueden prevenirse o paliarse con una alimentación equilibrada (obesidad, diabetes, HTA o hiperlipemias) ¿Cuál es la razón? No se puede encontrar una única razón sino que es la consecuencia derivada de la confluencia de múltiples factores: la falta de educación nutricional, el propio interés comercial de la industria alimentaria y el actual y frenético estilo de vida.

Si la educación nutricional fuera una prioridad en la sanidad pública, incorporando profesionales sanitarios capacitados por su titularidad a ejercerla (los dietistas-nutricionistas  reciben una formación actualmente de cuatro años exclusivamente en dietética y nutrición superior a la de otros profesionales sanitarios) aunque los etiquetados sean enrevesados la población podría disponer de la información suficiente para encontrar los productos más beneficiosos para su salud y sabría por qué tiene que buscarlos. Quizá también sería interesante que, aunque la industria busque sacar el máximo rendimiento económico a sus productos, el Ministerio de Sanidad priorice la salud de los consumidores evitando un encarecimiento de productos clave para la prevención de enfermedades.

BIBLIOGRAFÍA

 

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Si te ha interesado este artículo, quizá también te interese este vídeo:

¿El pan, arroz o pasta integral que compramos son realmente «integrales»? Las nutricionistas de Alimmenta Vanesa Rus y Adriana Oroz nos aclaran ésta y otras dudas frecuentes en torno a este tipo de alimentos.

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5 COMENTARIOS

  1. Tenéis razón en que se comen pocos cereales integrales. Pero se comen muchos cereales refinados. Yo soy profesor y los niños están todo el día comiendo cereales: galletas, pan, bocadillos, pasta, arroz…
    Hacéis referencia a posibles intereses en la industria de a alimentación. Y no vais mal encaminados. Pero los intereses están precisamente en los cereales. Veis insuficiente que todos estos países que habéis citado recomienden de 4 a 6 raciones al día de cereales? (ahora no entro en si la gente los consume integrales o no).
    No es mucha cantidad durante el día? Sabéis que el lobby número 1 del mundo en el mundo alimentario es precisamente el de los cereales? Y auspiciado por los USA.
    De intereses hay muchos, pero cuando se nos recomienda un % tan grande de un grupo de alimentos es por algo (y no por una cuestión precisamente de salud)

  2. Se me olvidó un apunte:
    Si la gente consume tantos cereales refinados y tan poco (o nulos), integrales es precisamente porqué los DN no habíais hecho hasta la fecha incidencia en la necesidad de comerlos integrales. Que yo sepa, desde hace 3-4 años no han aparecido artículos de profesionales incidiendo sobre esto. Lo podemos ver en cualquier web de vuestro ámbito: la pirámide alimentaria, en su base, está repleta de cereales pero sin ninguna incidencia en los integrales. Y algo habéis visto en los refinados para empezar a recomendar los integrales.
    Así que es normal que la gente no tenga en cuenta el formato integral. Que falta? Tiempo. Seguramente más de una generación.

  3. Hola Toni,

    no estoy de acuerdo en el punto de que se consumen muchos cereales, es más, la AESAN remarcó que el consumo de hidratos de carbono en la población española es más bajo de lo recomendado (41,4% frente al 50-60% del Valor Calórico Total que es el recomendado) Sin embargo, sí se abusa de las proteínas y de las grasas. Yo más bien diría que comemos pocos hidratos y además, mal seleccionados (ppalmente derivados de cereales refinados ricos en azúcares, grasas trans y sodio) En cuanto a la «novedad» de recomendar integrales, la ciencia cambia y muy rápido, se intenta seguir el paso rápido al que avanza pero muchas veces vamos pasos por detrás. También considero que más que tiempo es necesaria más difusión y más reconocimiento del profesional DN para que la población no necesite una generación más para poder asimilar las novedades en materia nutricional.

    Muchas gracias por tu intervención, Toni. Los comentarios siempre son bienvenidos:)

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